Introducción
Desde los primeros tiempos de la humanidad, Dios ha establecido la manera en que quiere ser adorado. La Biblia registra en numerosos pasajes cómo el Creador instruyó a su pueblo sobre la forma correcta de rendirle culto, desde los patriarcas, pasando por los profetas, hasta el Nuevo Testamento con la iglesia primitiva. Sin embargo, a lo largo de los siglos, han surgido costumbres y prácticas religiosas que, aunque ampliamente aceptadas en ciertos círculos, se apartan de las instrucciones divinas. Entre ellas, la misa y la veneración a figuras como la Virgen María y los santos se destacan por su popularidad y controversia.
En esta entrada de blog, exploraremos a fondo qué es la misa, su origen histórico, cómo se diferencia del culto bíblico y qué dice realmente la Palabra de Dios sobre María, los santos y la adoración verdadera. Todo bajo una lectura amigable, clara, con base bíblica y sin complicaciones teológicas innecesarias.
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Culto y la Misa |
¿Qué es la misa?
La misa es una celebración litúrgica propia de la Iglesia Católica Romana que, según sus dogmas, conmemora y actualiza de manera incruenta el sacrificio de Jesucristo en la cruz. Se celebra diariamente en todo el mundo, y tiene como momento central la consagración del pan y el vino, que según la doctrina católica se transforman en el cuerpo y sangre reales de Cristo mediante la transubstanciación.
A través de los siglos, la misa fue consolidándose como el acto cúlmine de la vida religiosa católica, considerándose el medio por el cual los fieles reciben la gracia divina, participan del sacrificio de Cristo y conmemoran su muerte y resurrección. Sin embargo, es vital preguntarnos: ¿Fue esto lo que Jesús y los apóstoles instituyeron? ¿Es este el culto que Dios pide según las Escrituras?
¿De dónde proviene la misa?
Históricamente, la misa como se conoce hoy es una mezcla de prácticas del cristianismo primitivo con costumbres religiosas paganas del Imperio Romano. Tras la legalización del cristianismo bajo Constantino en el siglo IV, muchas tradiciones paganas se fusionaron con la nueva religión oficial, dando origen a rituales, vestiduras, altares y ceremonias que no tienen base en la Biblia.
Los primeros cristianos, como se relata en Hechos de los Apóstoles, se reunían para orar, compartir el pan y estudiar las enseñanzas de Jesús (Hechos 2:42-47). No existía un ritual sacrificial diario. La Cena del Señor era una conmemoración sencilla, sin elementos mágicos ni conceptos de repetición del sacrificio de Cristo, quien dijo en la cruz: "Consumado es" (Juan 19:30), indicando que su sacrificio fue único, completo y suficiente.
Hebreos 10:10-14 enfatiza que Jesús ofreció un solo sacrificio para siempre, y que no hay necesidad de repetirlo. La idea de un sacrificio perpetuo en la misa contradice este principio fundamental de la fe cristiana.
El culto verdadero según la Biblia
En el Antiguo Testamento, Dios estableció un sistema de culto específico para Israel, con sacerdotes, sacrificios y un templo (Éxodo 25-27). Sin embargo, esto era una sombra de lo que habría de venir (Hebreos 10:1). Con la venida de Cristo, el sistema levítico quedó cumplido y abolido, abriéndose un nuevo y vivo camino hacia Dios a través de Jesús (Hebreos 10:19-22).
El verdadero culto en el Nuevo Testamento es espiritual, no ritualista. Jesús mismo enseñó que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad (Juan 4:23-24). Esto implica una relación viva y personal con Dios, no mediada por sacerdotes humanos ni ceremonias. La iglesia primitiva se reunía para orar, cantar himnos, compartir la Palabra y recordar la muerte de Cristo mediante el partimiento del pan, sin convertirlo en un acto sacrificial (Hechos 20:7).
El apóstol Pablo instruyó sobre la Cena del Señor en 1 Corintios 11:23-26, enfatizando que se trata de un recordatorio de su sacrificio, no una repetición. Además, Hebreos 7:27 aclara que Cristo no necesita ofrecer sacrificios diariamente, como los sacerdotes antiguos, porque su sacrificio fue hecho una sola vez.
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María y los santos: ¿Qué enseña la Biblia?
La veneración a María y a los santos es otra práctica profundamente arraigada en la tradición católica, pero sin fundamento bíblico. Si bien la Virgen María fue una mujer bendita y privilegiada por haber sido la madre del Salvador (Lucas 1:28-30), nunca fue presentada en las Escrituras como mediadora, intercesora universal ni objeto de culto.
1 Timoteo 2:5 declara categóricamente:
"Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre".
Nadie más cumple ese papel. Cuando una mujer elogió a María diciendo: "Bienaventurado el vientre que te llevó", Jesús respondió: "Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la guardan" (Lucas 11:27-28), dejando claro que la verdadera bienaventuranza está en la obediencia, no en vínculos familiares.
Respecto a los santos, en la Biblia se llama "santos" a todos los creyentes redimidos por Cristo (Romanos 1:7; 1 Corintios 1:2). No se trata de personas canonizadas por una institución, sino de todos los que han aceptado a Jesús como Salvador. La idea de pedir intercesión a los santos fallecidos no aparece en ninguna parte de las Escrituras, y además contradice el principio de que solo Dios escucha las oraciones (Salmo 65:2).
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¿Qué dice Dios sobre las imágenes y la idolatría?
El uso de imágenes religiosas en templos y altares también fue incorporado desde tradiciones paganas. Sin embargo, Dios fue claro en sus mandamientos: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra [...] No te inclinarás a ellas ni las honrarás" (Éxodo 20:4-5).
Aunque muchos intentan justificar su uso como simples recordatorios, la práctica devocional ante imágenes, encenderles velas o encomendarse a ellas constituye idolatría según la definición bíblica. Deuteronomio 4:15-16 advierte específicamente sobre no corromperse haciendo imágenes con propósito religioso.
La misa frente al sacrificio perfecto de Cristo
Uno de los errores más graves de la misa es su concepto de sacrificio perpetuo. La Biblia enseña que Jesús, con su muerte, cumplió plenamente el propósito de los sacrificios del Antiguo Testamento. Hebreos 9:25-28 lo explica detalladamente, mostrando que Cristo no entra en el cielo para ofrecerse muchas veces, sino que se presentó una vez para siempre.
Al pretender actualizar el sacrificio de Cristo en cada misa, se niega implícitamente la suficiencia de su obra en la cruz. Esto no solo es teológicamente erróneo sino espiritualmente peligroso, pues desvirtúa el Evangelio de la gracia.
El verdadero culto hoy: en espíritu y verdad
El culto verdadero hoy no depende de templos físicos, altares ni rituales, sino de una relación personal con Dios a través de Jesucristo. Los creyentes se reúnen para orar, cantar, leer la Biblia y recordar a Cristo en la Cena del Señor, como recordatorio y comunión fraterna, no como acto sacrificial.
El apóstol Pablo instruyó a los cristianos a presentar sus cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, lo cual es el verdadero culto racional (Romanos 12:1). Este culto es diario, práctico y espiritual. No necesita de intermediarios humanos, altares ni rituales añadidos.
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Conclusión
A la luz de la Biblia, queda claro que la misa, la veneración a María y los santos, y el uso de imágenes, son prácticas que se apartan de las enseñanzas de Jesús y los apóstoles. Aunque envueltas en solemnidad y tradición, carecen de base bíblica y desvían a las personas del único mediador, Jesucristo.
Dios llama hoy a sus hijos a rendirle un culto en espíritu y en verdad, basado en su Palabra, sin añadidos humanos. Como dice Hechos 17:24-25,
"El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay [...] no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres como si necesitase de algo".
Volvamos al diseño original, donde cada creyente es un templo vivo del Espíritu Santo (1 Corintios 3:16) y donde la verdadera comunión con Dios se vive en intimidad, sin intermediarios, rituales ni ceremonias repetitivas. Porque Cristo ya pagó el precio completo, y su sacrificio fue suficiente, una vez y para siempre.
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