La verdad que pocos se atreven a contar
El mundo te grita "hacé lo que quieras", "seguí tus deseos", "disfrutá sin culpa". Pero cuando la excitación se apaga y las luces se apagan, muchos nos quedamos vacíos, rotos, confundidos. Yo estuve ahí. Me creí las mentiras, busqué placer momentáneo, me llené de culpas, y me sentí atrapado. Pero también descubrí la verdad que sana, restaura y da libertad.Hay cosas que no se ven, pero nos quitan la vida
Hoy quiero hablarte de una sexualidad real, sin religiosidad ni tabúes. Una sexualidad según Dios.
Dios diseñó la sexualidad para el bien
La sexualidad no es un invento del mundo, ni mucho menos del enemigo. Fue idea de Dios. Desde el principio, Dios diseñó al ser humano con sexualidad, atracción y deseo. Y todo eso era bueno.
En Génesis 2:24 leemos: "Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne". Esta unión íntima no es solo física, sino también emocional, espiritual y propósita. El sexo no es pecado. El problema surge cuando lo usamos fuera de su contexto.
Dios pensó el sexo como un regalo dentro del matrimonio, donde hay compromiso, amor, fidelidad y un propósito compartido. Ahí florece, protege y une. Fuera de ese entorno, puede generar heridas, vacíos y cadenas.
El noviazgo según Dios
En una cultura donde el noviazgo es casi sinónimo de sexo, celos, manipulación y juegos emocionales, hablar del noviazgo desde la perspectiva de Dios puede parecer raro. Pero es fundamental.
El noviazgo según Dios no es un pasatiempo ni una forma de calmar la soledad. Es un tiempo para conocerse, construir una amistad profunda, discernir si esa persona comparte tu fe, tu visión de vida, y si podrán caminar juntos hacia el propósito que Dios tiene para ustedes.
2 Corintios 6:14 dice: "No se unan en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?"
Pornografía y masturbación: el engaño que ata el alma
Vivimos en una era donde la pornografía está a un clic. Muchos crecimos con ella como si fuera normal, incluso divertida. Pero lo que empieza como curiosidad o entretenimiento, muchas veces termina como adicción, soledad, culpa y desconexión real.
Romanos 6:16 dice: "¿No saben que si se entregan a alguien como esclavos para obedecerlo, son esclavos de aquel a quien obedecen...?"
La pornografía y la masturbación generan una falsa intimidad. Nos hacen buscar placer sin compromiso, fantasías sin verdad, y terminamos incapaces de tener relaciones reales, profundas y sanas. Nos aíslan, nos consumen, y distorsionan la imagen de la sexualidad que Dios pensó. Cuando nada te satisface, Dios nos trae paz
El adulterio empieza mucho antes de la traición física
La infidelidad no arranca en una cama. Comienza con una mirada, una conversación fuera de lugar, una fantasía alimentada en la mente.
Jesús lo dejó claro en Mateo 5:28: "Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón".
El adulterio emocional es real. Fantasear, buscar validación fuera de la pareja, compararse constantemente, coquetear sutilmente, todo eso va erosionando la fidelidad antes de que suceda algo explícito. Y la fidelidad no es solo sexual, también es emocional, espiritual y mental.
Para cortar con esto, hay que cuidar los pensamientos, filtrar lo que consumimos, y rendir nuestras debilidades a Dios. No somos fuertes por negar la tentación, sino por huir de ella y pedir ayuda.
Recuperar la libertad sexual y emocional
La libertad empieza al reconocer tu necesidad. No se trata solo de fuerza de voluntad, sino de una transformación profunda del corazón. Necesitás ayuda espiritual, contención emocional y decisiones prácticas.
Alejate de los estímulos que te llevan a tropezar: redes sociales, series hipersexualizadas, amistades que no te edifican. Cambiá tus hábitos, llená tu mente con la Palabra, rodeate de personas que te impulsen al propósito.
Salmo 119:9 nos da una clave poderosa: "¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra".
Volver a Dios con sinceridad, sin esconder nada, es el primer paso para restaurar tu identidad, tu pureza, tu capacidad de amar y conectar de verdad.
Dios no te condena. Te restaura.
Tal vez sentís que caíste muchas veces. Que perdiste tu pureza, que hiciste cosas que preferís olvidar. Pero dejame decirte algo con todo mi corazón: Dios no te rechaza. Te llama. Te espera. Te quiere restaurar.
Jesús no vino a condenar, vino a salvar. Y su amor es más grande que tus errores. Hoy podés volver a empezar. Hoy podés decir "basta" a las cadenas, y "sí" al diseño original de Dios para tu sexualidad.
No se trata de ser perfecto, sino de caminar en dirección a la verdad. No estás solo. Hay esperanza. Hay perdón. Hay restauración.
Y si sentís que necesitás hablar, compartir tu historia o recibir acompañamiento, escribime. Estoy acá para escuchar y orar con vos.
¡Gracias por leer! Si esta entrada tocó tu corazón, compartila con alguien que lo necesite. Dios quiere traer luz a este tema, y puede empezar con vos.
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